martes, 10 de junio de 2014

TEMPESTAD TIROIDEA

Por Ana Teresa Reguera Sanz
La tempestad tiroidea es resultado del hipertiroidismo no tratado y generalmente es causada por una situación de estrés, como traumatismo o infección.
En ocasiones, enfermos muy graves de tirotocicosis entran en estado de tempestad tiroidea o crisis tiroidea, en el cual todos los síntomas de la tirotoxicosis aumentan desmesuradamente.
Pueden presentar delirio, fiebre alta, ritmos anormales del corazón, sudación profusa, choque, vómitos, y deshidratación.
Durante la tempestad tiroidea la presión sistólica suele estar alta y la frecuencia cardíaca aumenta, y podemos confirmar este estado con análisis de sangre donde se evalúa la actividad tiroidea donde:
- La TSH (hormona estimulante de la tiroides) está muy baja.
- Los niveles de T4 libre y T3 total se encuentran altos.
Este problema se presenta muy frecuentemente en los días que siguen a la extirpación quirúrgica de una glándula hiperplásica grande, tal vez por la liberación excesiva de tirosina hacia el sistema circulatorio durante la manipulación operatoria.
La considerable sobreactividad de los tejidos corporales puede ser tan perjudicial que, si no se trata enseguida, casi todos los que padecen dicha crisis pueden fallecer.
Sin embargo, enfriando rápidamente al enfermo con hielo, o con esponja y alcohol, y administrando grandes cantidades de hormonas cortisuprarrenales, en la actualidad se puede salvar a la gran mayoría de estos enfermos.
Las hormonas cortisuprarrenales son especialmente importantes, posiblemente, por su efecto que actúa disminuyendo la desintegración de los glisosomas en los tejidos lesionados y, por tanto, evitando la autodigestión de las células.


Fuentes y bibliografía
Arthur C. Guyton. Tratado de fisiología médica. 5ª Edición. Editorial Interamericana 1977. Pág.1008-1009
AACE Thyroid Task Force. American Association of Clinical Endocrinologists medical guidelines for clinical practice for the evaluation and treatment of hyperthyroidism and hypothyroidism. Endocr Pract. 2002;8(6):457-469

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